EL CARTÓGRAFO RAFAEL VELASCO
II
A los sietes días del inicio del viaje se produjo una gran calma propia del lugar dónde nos encontrábamos. Los marineros de la fragata aprovecharon la misma para lanzar un bote al agua y por medio de un tridente, denominado fisga, pescar unas pocas tortugas.
- ¿Qué hacen, señor Velasco? Preguntó Beatrice acercándose sigilosamente.
- Pescan tortugas, contestó el marino, con unos utensilios denominados fisgas. La fisga es un instrumento de pesca que se inventó para coger los peces clavándolos a golpe de brazo al modo que con la punta hacia el suelo se arroja o intenta clavar una lanza o dardo. Se compone de cierta especie de peine de hierro que consta de determinado número de púas de una cuarta poco más o menos de largo y a algunas distancias unas de otras, cuya pieza de hierro es entera y está calzada por el astil o mango de madera. Mañana tomaremos sopa de tortugas ¡es muy buena! Se prepara en el caparazón de la tortuga, y se cocina con fuego de leña. En el caparazón se echa agua, las presas de tortuga y se le agregan unos plátanos rallados. Se revuelve con frecuencia para evitar que el plátano se pegue y finalmente se condimenta con sal y sacha-culantro. El culantro es una hierba que se utiliza mucho en la América tropical. Se trata de una hierba de agradable aroma.
- Me asombra sr. Oficial, ¿Sabe usted de todo?
- No me haga sonrojar Beatrice, estos conocimientos que comparto con usted son propios de mis experiencias viajeras, pero no sé de todo. ¡Gracias a Dios!
- ¡Mire! sr. Velasco, un barco a lo lejos Y... ¡con qué entusiasmo le saludan los pasajeros! afirmó ilusionada Beatrice ¿Usted cree que nos verán desde allí?
- Al barco, sí, a los pasajeros,no. La voz de vela siempre es acogida en alta mar con entusiasmo. Nos parece que no estamos tan solos, que hay otras personas que están teniendo las mismas vivencias que nosotros, y por ello se produce una complicidad solidaria, entre unos y otros pasajeros.
- ¿Ha navegado mucho, Rafael? Preguntó Beatrice.
- Es la primera vez que me menciona por mi nombre, Beatrice.
- ¡Hay! Perdón, sr. Velasco.
- ¡No, no! Beatrice. Si ello me gusta. Continúe haciéndolo. Me preguntaba usted si había navegado mucho. Sí, sobre todo en mi época de prácticas. He recorrido los puertos de la isla de Puerto Rico, la Guaira, Puerto Cabello, Curazao, Cartagena de Indias, Veracruz, L´Arcahais (Haití), Puerto Príncipe, Santiago de Cuba, Tánamo, Santa Cruz del Sur, Cayo Blanco, Cabo Cruz y Masio.
En Cartagena de Indias se produjo en el siglo pasado uno de los hechos más gloriosos para la Armada Española, protagonizado por el almirante Blas de Lezo y Olavarrieta, guipuzcoano, de Pasajes de San Pedro, que con dos mi ochocientos hombres y seis navíos, evitó, durante más de dos meses, la ocupación de la ciudad por el almirante inglés E. Vernon, que estaba al mando de más de ventitres mil hombres y más de ciento noventa navíos.
- ¿Y un hecho tan notable por qué se conoce tampoco en E·spaña? - Preguntó Beatrice.
- Por celos, querida amiga, por celos, respondió Velasco. El Virrey de Nueva Granada era a la sazón, don Sebastián Eslava y Lazaga, inepto militar que quiso contradecir de manera constante las resoluciones que sobre la defensa de Cartagena tomaba Lezo. Al no poder evitar el triunfo de éste último, y el profundo agradecimiento de los cartageneros, envió al rey Felipe V una carta llena de falsedades e injurias contra Lezo, arrogándose, para sí, todo el mérito de la defensa. Lezo no pudo contrarrestar tales ignominias, ya que casi de inmediato a la finalización de la resistencia, cayó enfermo y murió a los pocos meses, concretamente a principios de septiembre de 1741. Su memoria fue rehabilitada gracias a su hijo mayor, don Blas de Lezo y Pacheco, ante el rey Carlos III, quien casi veinte años después de su muerte le nombró, a título póstumo, marqués de Ovieco. Ironicamente, parece ser, que los únicos que reconocen el valor del almirante español,son los ingleses que cuando un barco de su escuadra navega frente a Pasajes de San Pedro, lanzan unas salvas en honor a tan valiente marino, llamado también de forma cariñosa, "el medio hombre", ya que le faltaba una pierna y era además tuerto y manco, producto todo ello de sus luchas en la mar.
- Hasta ahora Beatrice sólo yo he sido interrogado de mis experiencias y de mi vida, pero..., ¿y usted? Cuénteme cosas suyas que seguro serán sobradamente interesantes.
- Poco puedo contarle, Rafael. Quedé huérfana de madre desde que nací, pues ella falleció a consecuencia de mi parto. Mi padre jamás la olvidó porque nunca quiso rehacer su vida con un nuevo matrimonio. no pudo dedicarme el tiempo que yo deseaba..., no sé si por sus negocios o porque mi presencia le recordaba siempre la causa de la muerte de mi madre. Nunca le pregunté el motivo. Lo que sí es cierto, es que desde que terminé mis estudios no hace otra cosa que dedicarse a mí. Y ve..., ahora le acompaño en sus viajes de negocios, pero no para formarme con los mismos sino como un simple viaje de placer. Y lo que le estoy contando, a lo mejor tiene un tinte de reproche. Seré la única heredera de su fortuna y en consecuencia de su cuantioso patrimonio. Si fuera varón estaría acompañándole en éste viaje como futuro gerente de su fortuna. Pero no es así; yo creo que espera que un día me case y mi marido sea el que se haga cargo de los negocios, ya que en Gran Bretaña cuando una mujer se casa los bienes pasan a ser propiedad del marido, aunque tengo que reconocer que se están haciendo grandes esfuerzos por conseguir una legislación que de independencia económica a la mujer. Mis solitarios años de aprendizaje me han hecho muy independiente y muy reivindicativa. Tal vez porque tuve una institutriz que me fomentó la lectura y la idea de la independencia femenina. Se llamaba Anne Brontë, que destacó como una gran escritora, junto a sus hermanas: Charlotte y Emily. Ésta última fue la autora de la novela"Cumbres Borrascosas", dejó también escritas magníficas poesías. Charlotte fue la autora de otra gran novela llamada "Jane Eyre". Mi institutriz Anne, ha publicado hace un par de años una novela basada en sus experiencias laborales, se denomina "Agnes Grey". Por su intercesión terminé estudiando en un colegio de Bruselas para mejorar mi francés. Estudiábamos también alemán y música y recuerdo con simpatía a un profesor: Monsieur Heger, esposo de la directora. Un hombre atrayente, que encandelaba al auditorio y que influyó, junto a Anne, en mi entusiasmo por la literatura.
De repente el pasaje se volvió a remolinar por la banda de estribor, nos estábamos cruzando con bastante cercanía con un bergantín inglés.
- ¿Qué hacen con esas banderas? Pregunto Beatrice.
- Se está comunicando con nosotros a través de esas banderas, contestó Rafael. -Van a Australia, cargado el barco de emigrantes. Probablemente en busca de oro.
- Voy a cercarme a mi camarote a tomar unas notas, manifestó Velasco. - Nos veremos en la cena, si quieres que cenemos en la misma mesa.
- Estaría encantada, Rafael, afirmó Beatrice.
- ¿Y un hecho tan notable por qué se conoce tampoco en E·spaña? - Preguntó Beatrice.
- Por celos, querida amiga, por celos, respondió Velasco. El Virrey de Nueva Granada era a la sazón, don Sebastián Eslava y Lazaga, inepto militar que quiso contradecir de manera constante las resoluciones que sobre la defensa de Cartagena tomaba Lezo. Al no poder evitar el triunfo de éste último, y el profundo agradecimiento de los cartageneros, envió al rey Felipe V una carta llena de falsedades e injurias contra Lezo, arrogándose, para sí, todo el mérito de la defensa. Lezo no pudo contrarrestar tales ignominias, ya que casi de inmediato a la finalización de la resistencia, cayó enfermo y murió a los pocos meses, concretamente a principios de septiembre de 1741. Su memoria fue rehabilitada gracias a su hijo mayor, don Blas de Lezo y Pacheco, ante el rey Carlos III, quien casi veinte años después de su muerte le nombró, a título póstumo, marqués de Ovieco. Ironicamente, parece ser, que los únicos que reconocen el valor del almirante español,son los ingleses que cuando un barco de su escuadra navega frente a Pasajes de San Pedro, lanzan unas salvas en honor a tan valiente marino, llamado también de forma cariñosa, "el medio hombre", ya que le faltaba una pierna y era además tuerto y manco, producto todo ello de sus luchas en la mar.
- Hasta ahora Beatrice sólo yo he sido interrogado de mis experiencias y de mi vida, pero..., ¿y usted? Cuénteme cosas suyas que seguro serán sobradamente interesantes.
- Poco puedo contarle, Rafael. Quedé huérfana de madre desde que nací, pues ella falleció a consecuencia de mi parto. Mi padre jamás la olvidó porque nunca quiso rehacer su vida con un nuevo matrimonio. no pudo dedicarme el tiempo que yo deseaba..., no sé si por sus negocios o porque mi presencia le recordaba siempre la causa de la muerte de mi madre. Nunca le pregunté el motivo. Lo que sí es cierto, es que desde que terminé mis estudios no hace otra cosa que dedicarse a mí. Y ve..., ahora le acompaño en sus viajes de negocios, pero no para formarme con los mismos sino como un simple viaje de placer. Y lo que le estoy contando, a lo mejor tiene un tinte de reproche. Seré la única heredera de su fortuna y en consecuencia de su cuantioso patrimonio. Si fuera varón estaría acompañándole en éste viaje como futuro gerente de su fortuna. Pero no es así; yo creo que espera que un día me case y mi marido sea el que se haga cargo de los negocios, ya que en Gran Bretaña cuando una mujer se casa los bienes pasan a ser propiedad del marido, aunque tengo que reconocer que se están haciendo grandes esfuerzos por conseguir una legislación que de independencia económica a la mujer. Mis solitarios años de aprendizaje me han hecho muy independiente y muy reivindicativa. Tal vez porque tuve una institutriz que me fomentó la lectura y la idea de la independencia femenina. Se llamaba Anne Brontë, que destacó como una gran escritora, junto a sus hermanas: Charlotte y Emily. Ésta última fue la autora de la novela"Cumbres Borrascosas", dejó también escritas magníficas poesías. Charlotte fue la autora de otra gran novela llamada "Jane Eyre". Mi institutriz Anne, ha publicado hace un par de años una novela basada en sus experiencias laborales, se denomina "Agnes Grey". Por su intercesión terminé estudiando en un colegio de Bruselas para mejorar mi francés. Estudiábamos también alemán y música y recuerdo con simpatía a un profesor: Monsieur Heger, esposo de la directora. Un hombre atrayente, que encandelaba al auditorio y que influyó, junto a Anne, en mi entusiasmo por la literatura.
De repente el pasaje se volvió a remolinar por la banda de estribor, nos estábamos cruzando con bastante cercanía con un bergantín inglés.
- ¿Qué hacen con esas banderas? Pregunto Beatrice.
- Se está comunicando con nosotros a través de esas banderas, contestó Rafael. -Van a Australia, cargado el barco de emigrantes. Probablemente en busca de oro.
- Voy a cercarme a mi camarote a tomar unas notas, manifestó Velasco. - Nos veremos en la cena, si quieres que cenemos en la misma mesa.
- Estaría encantada, Rafael, afirmó Beatrice.