ARTURO PÉREZ-REBERTE

Se ha puesto de moda, sobre todo entre “la gente muy de derechas” de enviarte por “Emilio” artículos de Pérez Reberte. Algunos son interesantes, pero en todos ellos, el susodicho, no para de hacer amigos. Esos extremismos a mí me aburren, tal vez porque yo sea extremista y no me gusta verme reflejado. Es posible, pero mi interés por él no está en los sueltos que publica en el dominical de ABC sino en sus novelas Ha escrito algunas muy buenas y otras muy malas. Como suele suceder en aquel que tiene la obligación de soltar con frecuencia negro sobre blanco. Ejemplo de novela buena: “La Carta Esférica”: magnífica, impresionante, estupendamente documentada y con un desarrollo de la trama y desenlace soberbio.



Ejemplo de novela mala: “Trafalgar”. La anunciaron en demasía y Pérez Reberte creó un engendro. Tanto que inmediatamente compré un “Trafalgar” de un Catedrático de Historia y releí a Pérez Galdós. Qué tranquilidad y confort de espíritu me quedaron después de éstas lecturas. El marino que refleja Arturo es lo menos parecido a un marino español del siglo XIX. Para él eran medio Chelis o medio Macarras. Unas personas que tenían que probar nobleza de sangre para ingresar en la Armada y que incluso por su especial clasismo fueron arrojados por la borda de los barcos por la marinería sublevada en nuestra Guerra Civil Española, se ven abocados a esa perspectiva por obra y gracia de la pluma de Përez Reberte. No me jodas, Arturo.

Otra novela mala es:”El Asedio”. Se trata de escribir y que los personajes nos cuenten cosas que no nos atraen. No se trata sólo de documentar una novela, sino que tienen que estar conectados unos capítulos con otros. Cada capítulo pueden ser novelas diferentes, qué más da. El caso es llenar páginas . Tremendamente soporífera.

Yo creo que su nombramiento de académico le llegó demasiado pronto, aunque hay que reconocer que también se nombró a otros, probablemente demasiado pronto. Por ejemplo Cebrián. Y esta es mi opinión, sometida, naturalmente a criterio superior.




Chinchón 2 de febrero de 2011.



ÁNGEL LARROCA